Ni sus hileras de dientes cortantes, ni su perfecta forma hidrodinámica les han permitido escapar de los pescadores a lo largo de la historia. Se cree que en México se consume tiburón desde tiempos prehispánicos, y que a finales del siglo pasado ya se exportaba una cierta cantidad de aletas desde La Paz, en Baja California Sur. Sin embargo el tiburón siguió siendo objeto de una pesquería eventual hasta que en 1930 empezó a incrementarse su captura en los estados costeros de Sonora y Sinaloa.
El desarrollo de esta pesca tuvo, por supuesto, una finalidad económica. En la década de los cuarenta el aceite del hígado de tiburón, rico en vitamina A, constituía un producto de gran demanda en el mercado mundial. Diez años después la vitamina A sintética les dio una tregua a los tiburones, aunque no por mucho tiempo ya que en los años setenta empezó a despertarse interés en el mundo occidental por el consumo de las aletas, utilizadas desde tiempos remotos por los chinos para preparar platillos exquisitos.
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